jueves, 26 de febrero de 2015

EL DUEÑO DE LAS HORAS

Esta es la historia 
del hombre que se llamaba
el dueño de las horas.

El dueño de las horas era un hombre 
en apariencia igual que los demás,
debió nacer como si nada un día
y todo transcurría dentro de lo normal,
hasta que en un momento dado,
(seguramente viendo amanecer,
quizá mirando al mar)
el se creyó elegido por los dioses
y decidió, sin más, administrar
el tiempo de los suyos.

Hubo días, entoces, de tristeza
de batalla y de muerte,
el aire de la patria olió muy largamente
a pólvora y podrido y en todo el territorio
conquistado, sólo se oyó la voz del asesino,
que era la voz del dueño de las horas.
La ley era su voluntad, y el tiempo suyo.
Muchos decidieron luchar por defender
aquello que les pertenecía
y perdieron
                   su tiempo,
otros eran los elegidos por el alto
y poderoso señor para ordenar las horas
según su voluntad, y por todo lo cual
se les premiaba con bienes materiales;
el resto de los hombres no sabía
de tiempos ni de horas,
y creían que era bueno 
que los dioses hubieran elegido
al señor de las horas:
y vivieron mucho tiempo sin nada.

Era un día de otoño y el dueño de las horas
se quedó sin las suyas.
Nadie notó en el aire, ni en el agua,
nadie notó en las aves o en los árboles
que poblaban el bosque, señales diferentes,
y, sin embargo, las horas de los hombres
podían empezar a ser ya suyas.

                                                                           Renacimiento

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